Edgar Yair Aguilar Soto se conectó a una audiencia virtual este jueves 24 de abril. En la pantalla, su imagen congelada ante la ley. Del otro lado, una sociedad entera expectante. Se le acusa de feminicidio agravado y violencia intrafamiliar. La víctima: Clara Milena Álvarez, su pareja sentimental. La mujer que ya había denunciado la violencia. La mujer que no está para contarlo.
La diligencia judicial, presidida por la Juez Segunda Constitucional de Soledad, comenzó con la legalización de una orden de captura que ya se había hecho efectiva el día anterior, cuando Aguilar Soto se entregó voluntariamente, acompañado de su abogado, Darwin De la Hoz.
El fiscal Cristian Arrieta no tardó en imputar los cargos. Con voz firme, leyó los hechos. Feminicidio. Violencia intrafamiliar. Clara Milena ya había hablado. Su historia no es solo una estadística: es una tragedia que pudo evitarse.
Y entonces, lo esperado: Aguilar Soto no aceptó los cargos.
El reloj marcaba la noche. Otro caso esperaba en el despacho. La audiencia fue suspendida, dejando en pausa una herida que aún supura. La Fiscalía quedó a la espera de retomar el proceso con la solicitud de medida de aseguramiento.
Mientras tanto, afuera del estrado, el país no olvida. Clara Milena, como tantas otras, pidió ayuda. La respuesta llegó demasiado tarde.
Organizaciones feministas, familiares y ciudadanos exigen justicia. No solo para Clara, sino para todas las que han sido silenciadas por la violencia.
Y ahora, mientras el proceso continúa, queda una pregunta que atraviesa el silencio: ¿cuántas más?