Lo que empezó como un trío terminó en un cuadrilátero… y con esposas (de las de hierro, claro está).
El calor de la sabana no se compara con el fogón que se prendió en un hotelito de Sampués, donde tres fogosos personajes —dos mujeres y un hombre— protagonizaron un candente encuentro que terminó en escándalo, botellas rotas, gente en pelota y hasta lágrimas… pero no precisamente de placer.
Según fuentes de la zona hotelera, el trío se fue calentando después de unas cervezas bien frías, y cuando ya estaban «entonados», decidieron que era momento de repartir amor. Todo iba bien, los gemidos hacían eco por los pasillos y el joven, un verdadero campeón, recibía hasta aplausos desde la recepción. ¡El hombre parecía en final de novela turca, con dos protagonistas a la vez!
Peeero, como en toda historia sabanera, el drama no se hizo esperar. La armonía se rompió cuando una de las chicas notó que el caballero estaba más entusiasmado con su compañera que con ella. Y ahí sí… se prendió la mecha. Gritos, insultos, jalones de greña, y hasta una botella de ron voladora fueron parte del show. El hotel se convirtió en un ring de lucha libre… ¡y todos en cuero!


Lo que nadie esperaba era el tremendo plot twist: al llegar la policía para calmar la situación, uno de los agentes casi se desmaya al ver a su propia esposa —sí, su señora legal— en plena trifulca, envuelta en sábanas, gritando y reclamando: «¡A ella le dabas más rico que a mí!»
El pobre agente, como buen profesional, tragó grueso, se acomodó el uniforme, y la esposó… pero con rabia. La llevó detenida por alterar el orden y, según chismes del barrio, ya está tramitando el divorcio y la custodia del perrito.
Moraleja: si va a hacer un trío, reparta parejo… y mejor no se meta con la mujer del policía.