domingo, abril 20, 2025

Juana, la mujer de los chorizos: una vida arrancada por la violencia

En la madrugada del domingo 20 de abril, Santa Marta perdió a una de sus mujeres más queridas. Falleció Juana Iris Zabaleta Moya, una vendedora de chorizos del mercado público que, con su sonrisa, su sazón y su coraje, se ganó el corazón de vecinos y transeúntes.

Juana tenía 39 años. Todos los días se levantaba antes del alba, se ponía su delantal, armaba su puesto en una esquina del mercado y comenzaba su jornada vendiendo los chorizos que preparaba con sus propias manos. Quienes la conocieron la describen como “una guerrera”, “una mujer trabajadora”, “alguien que no se dejaba vencer por la vida”.

Pero su historia, como la de tantas otras mujeres en Colombia, terminó en tragedia.

El ataque

El pasado 6 de abril, Juana fue víctima de un brutal ataque. Según testigos, su pareja sentimental llegó hasta el puesto donde ella trabajaba, en aparente estado de alteración y bajo los efectos de sustancias. Le exigió el dinero del día. Ella se negó.

“No tengo por qué darte lo que yo me gané”, cuentan que dijo con firmeza.

Fue entonces cuando él sacó un arma blanca y la hirió con saña, frente a todos. Una puñalada al pecho, otras más en el abdomen y brazos. Los gritos alertaron a los presentes. Algunos corrieron a ayudarla, otros lograron reducir al agresor. La Policía llegó y lo capturó.

La lucha por sobrevivir

Juana fue trasladada a la Policlínica La Castellana y luego remitida a la Clínica La Milagrosa. Allí pasó casi dos semanas luchando entre la vida y la muerte, conectada a máquinas, resistiendo, como si en ese cuerpo golpeado aún quedara fuerza para otro amanecer.

Pero no resistió más. Su corazón se detuvo en la madrugada del domingo.

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Una muerte que duele más allá del mercado

Juana no era una figura pública. No tenía redes, ni seguidores, ni poder. Pero su historia conmueve porque representa a miles de mujeres en este país que trabajan en silencio, que aguantan, que aman, que sueñan… y que son víctimas.

Víctimas del machismo. 🔸 Víctimas del abandono estatal. 🔸 Víctimas de relaciones que comienzan con caricias y terminan con cuchillos.

Ni una más

Hoy, en la esquina donde solía estar su puesto, hay flores. Un delantal colgado. Unas velas. Una vecina escribió en cartón: “Juana no murió, a Juana la mataron”.

Y es cierto. A Juana no la venció una enfermedad ni el destino. A Juana la mató la violencia, esa que no da tregua, esa que sigue creciendo en barrios, pueblos y ciudades del país.

Su historia debería ser un punto de inflexión, un llamado urgente a proteger, a cuidar, a respetar. Porque la vida de una mujer no puede depender de la suerte ni del silencio.

Hoy, Santa Marta llora a Juana. Mañana, el país entero debería recordarla.

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