jueves, diciembre 26, 2024

El misterio de Danielito y La Madremonte

Por: Emilio Gutiérrez Yance

Era el año 2008, y el sol comenzaba a ocultarse sobre el corregimiento de La Pacha, jurisdicción del Municipio de Altos del Rosario – Sur de Bolivar, envolviendo al caserío en un aura de calma engañosa. Lo que empezó como una tarde ordinaria pronto se convertiría en el preludio de un suceso que desafió la razón y sembró el terror en el corazón de sus habitantes.

Danielito, un niño de cinco años con necesidades especiales, jugaba cerca del arroyo mientras su madre lavaba ropa. El sonido del agua corriendo mezclado con los cantos de las aves acompañaba la escena cotidiana. Pero, en algún momento entre las risas infantiles y la distracción de su madre, el niño desapareció sin dejar rastro. Cuando la noche comenzó a caer, la madre se percató de su ausencia, y el temor escaló rápidamente.

Al preguntar entre los vecinos, nadie había visto a Danielito desde la tarde. Algunos recordaron haberlo observado cerca del arroyo, pero las huellas se perdían más allá, hacia el monte espeso. Sin dudarlo, los hombres del caserío organizaron una búsqueda. Con antorchas en alto y machetes en mano, se adentraron en la selva, cuyos secretos y peligros eran tan antiguos como el tiempo mismo.

La primera noche fue infructuosa. El monte se resistía, ofreciéndoles nada más que sombras y sonidos inquietantes. Los perros ladraban al vacío, como si percibieran algo invisible, algo que no pertenecía al mundo de los vivos. Al amanecer, el cansancio y la incertidumbre se apoderaron de todos, pero la determinación no cedió.

El segundo día, las mujeres se reunieron en la iglesia, rezando rosarios entre lágrimas, mientras los hombres continuaban la búsqueda. Llegaron hasta El Hoyo Negro, un oscuro abismo rodeado de leyendas. La gente decía que era un portal a otro mundo, un lugar donde lo humano y lo sobrenatural convergían. Pero ni siquiera allí encontraron señal de Danielito. Las oraciones se tornaron en súplicas desesperadas, y el aire del caserío se llenó de una tensión insoportable.

El tercer día amaneció con una mezcla de resignación y esperanza. Algunos habían perdido la fe; otros insistieron en continuar. Fue entonces cuando un campesino, al regresar de las montañas, escuchó algo que heló su sangre: el llanto de un niño. Provenía de lo alto de unas peñas escarpadas, un lugar tan remoto y peligroso que nadie en su sano juicio se habría aventurado hasta allí.

Guiado por aquel sonido, el hombre trepó con dificultad entre enredaderas y piedras sueltas. El viento soplaba fuerte, como si el monte susurrara advertencias. Finalmente, al llegar a la cima, lo vio: Danielito, desnudo, envuelto en un suéter rojo que no pertenecía a su madre. Estaba ileso, sin un solo rasguño, y sus ojos reflejaban una calma extraña, como si el terror de los últimos días no le hubiera tocado.

Cuando el campesino regresó con el niño en brazos, el caserío entero explotó en gritos de alegría y alivio. Sin embargo, la incredulidad pronto tomó el lugar de la euforia. ¿Cómo era posible que un niño tan pequeño sobreviviera solo durante tres días en un terreno tan hostil? ¿Cómo había llegado hasta un lugar donde ni siquiera los hombres más fuertes se atreverían a subir?

En el centro de salud, Danielito contó su versión de los hechos con la inocencia propia de su edad. Cuando le preguntaron quién lo había cuidado, respondió con sencillez: “Con mi mami”. Describió a una mujer que lo alimentó con guayabitas y lo cubrió del frío. Pero su madre biológica negó rotundamente haber estado con él.

Fue entonces cuando las leyendas locales comenzaron a murmurar en cada rincón de La Pacha. Muchos apuntaron a La Madremonte, el espíritu guardián de la selva, conocida por proteger a quienes considera dignos y castigar a los intrusos. Otros, con una fe arraigada, afirmaron que había sido un milagro de la Virgen María. Incluso la psicóloga que entrevistó al niño admitió que su relato la dejó sin explicaciones racionales.

La historia de Danielito trascendió las fronteras del corregimiento. Periódicos y reporteros llegaron para documentar el misterio. Uno de ellos tituló su artículo: “La Madremonte tuvo a Danielito dos noches”. Pero, a pesar del revuelo mediático, ninguna explicación logró satisfacer por completo la curiosidad y el asombro de la gente.

Años después, el caso sigue siendo un enigma. Algunos lo narran como una prueba de lo sobrenatural; otros prefieren olvidarlo, temerosos de que hablar demasiado atraiga de nuevo a lo desconocido. Lo único cierto es que, en La Pacha, el misterio de Danielito y su inexplicable supervivencia continúa alimentando las noches de historias y los susurros en la oscuridad.

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