Llegar al 2024 y ver la desolación de sus comercios, el silencio impuesto por bandas delincuenciales, es para volverse paranoico.
En su territorio alberga grandes empresas privadas y del estado, que generan dinero por el pago de los impuestos, urbanizaciones que ofrecen trabajo a los residentes de ese sector.
La desidia es cruel, ambiciosa, desmesurada y agresiva.
Las vías no sirven, no se han construido nuevas calles y las que curiosamente llevan a nuevos puertos, están reventadas, mostrando así la cara agria de la corrupción e indiferencia gubernamental.
No hay dolientes, dos de sus principales vías parecen bombardeadas por la bomba invisible del hurto, de la interventoría manipulada a sus antojos.
Sus burgomaestres, hace rato no existen, el concejo es un cuento de velorios, y su ciudadanía no aguanta más extorsiones y atracos.
La desidia, la representa con su nombre, y por su nombre está quedando sola. Su aislamiento hace honores a su nombre. Los prohombres de antaño ya no están, la esperanza es una ilusión inexistente, una utopía inalcanzable.
La ignominia, campea, miren su rostro, en la obra de la calle 30, «tauro» en el puente del INEM, en los cráteres de la circunvalar y las entradas a las urbanizaciones, almendros, los robles, los cedros, los campanos etc.
Triste realidad para los moradores que se aferran a vivir a estar y soportar el más horrible desinterés por municipio que una vez fue próspero y hoy navega a la razón de ser de su nombre, Soledad.
Guillermo Luis Nieto Molina
