Investigó: David Awad V.
La historia de la captura y reproducción del sonido es un fascinante viaje que se remonta a 1857, cuando Léon Scott patentó el fonoautógrafo, un dispositivo que utilizaba un diafragma vibratorio y un lápiz óptico para registrar gráficamente las ondas sonoras. Estos registros aparecían como trazos en hojas de papel y, aunque representaban un avance significativo, el fonoautógrafo no tenía la capacidad de reproducir los sonidos grabados; su diseño estaba más orientado al análisis visual que a la reproducción.
En 1877, Thomas Edison revolucionó el campo con la invención del fonógrafo. A diferencia del fonoautógrafo, el fonógrafo podía grabar y reproducir sonido. Edison comenzó sus experimentos utilizando cinta de papel impregnada de cera con la idea de crear un «repetidor telefónico». Finalmente, envolvió papel de estaño alrededor de un cilindro de metal con estrías. A medida que el cilindro giraba, una aguja dejaba una huella sonora, permitiendo la reproducción inmediata del sonido.
Una década después, Edison perfeccionó su dispositivo al introducir un cilindro de cera, lo que resultó en una mejor calidad de sonido y una mayor durabilidad. Este avance dio origen al mercado del disco grabado a finales de los 1880, que dominaría durante los primeros años del siglo XX.
Emile Berliner introdujo los discos de corte lateral, que diferían del fonógrafo de cilindro de cera de Edison. En 1894, bajo la marca Berliner Gramophone, comenzó a comercializar discos de 7 pulgadas, aunque su calidad de sonido era inferior a la de los cilindros. Sin embargo, su socio de fabricación, Eldridge R. Johnson, mejoró esta tecnología. Juntos, formaron la Victor Talking Machine Company en 1901, cuyos productos dominarían el mercado por muchos años.
Los discos de 10 y 12 pulgadas permitieron una duración de reproducción significativamente mayor, superando a los cilindros contemporáneos. En 1909, Edison lanzó el cilindro Amberol, que ofrecía un tiempo de reproducción de 4 minutos y medio, seguido de los discos Blue Amberol, hechos de un plástico menos frágil. Sin embargo, a medida que avanzaba la década de 1910, los discos comenzaron a desplazar a los cilindros como el formato preferido para el entretenimiento en el hogar.
Con la evolución tecnológica, el vinilo se convirtió en un estándar en las producciones discográficas. La duración de las grabaciones aumentó considerablemente, dependiendo del diámetro del disco y la velocidad de rotación. Los primeros discos, de 10 pulgadas y 78 revoluciones por minuto (rpm), ofrecían buena calidad de sonido, pero solo podían contener una canción por lado.
A partir de 1939, Columbia Records presentó una innovación crucial: el disco de 12 pulgadas que giraba a 33 ⅓ rpm. Gracias a la tecnología de microsurco, este nuevo formato podía incluir múltiples canciones por lado, dando lugar al Long Play (LP), que ofrecía hasta 30 minutos de música por cada cara. Este avance intensificó la competencia con RCA Victor, que lanzó el Extended Play (EP) de 7 pulgadas a 33 ⅓ rpm. Este período de rivalidad se conoció como la «Guerra de las Velocidades».
A pesar de los avances en la tecnología digital, el vinilo ha resurgido como un símbolo de calidad sonora y nostalgia. Los amantes de la música valoran la experiencia auditiva única que ofrece, y el debate sobre la calidad del sonido analógico frente al digital continúa, destacando la rica historia de la captura y reproducción del sonido a lo largo del tiempo.