El Cabo de la Vela, un tesoro natural en la península de La Guajira

Por: David Awad
Enviado especial de Diario la Libertad

Recorriendo la Península de la Guajira, Diario la Libertad llegó hasta el corregimiento del Cabo de la Vela, luego de una travesía que inicia partiendo desde Uribia, sorteando a su ingreso una carretera destapada cuyo terreno desértico está habitado en su gran mayoría por la comunidad Wayuú, quienes identifican el lugar con el nombre de Jepirra, que en su cosmogonía es el espacio sagrado donde los espíritus de sus difuntos llegan para hacer su tránsito hacia lo desconocido.

Tomando como referencia puntos de partida desde Santa Marta, Barranquilla o Cartagena el viaje dura 3, 5 y 7 horas hasta Riohacha, de allí, se toma un servicio de Jeep hacia Uribia, en un trayecto que dura un poco más de una hora para llegar al Mercado de las Pulgas donde salen los vehículos jeep hacia el Cabo de la Vela.

El paso por la carretera destapada, se recomienda que lo hagan en vehículos de tracción 4×4 y preferiblemente guiado por algún conocedor de la zona.

Allí es común observar gran cantidad de chivos y cabras que libres en su caminar, buscan de qué alimentarse en medio del área desértica provista de algunos cactus y tunas, igualmente es usual ver a los nativos en sus comunidades y una que otra vivienda fabricadas en Yotojoro; un elemento que les proporciona la misma naturaleza a través de los cactus y que es fácil de encontrar en cualquier parte de la región.

También se utilizan los tallos jóvenes para el alimento de los chivos y las cabras, pero igualmente para la elaboración de cercas vivas.

Una vez el cactus se seca, pasados tres años se extrae la madera y se utiliza en las construcción de viviendas, enramadas, cerramientos entre otros, muchas veces complementados con el barro y bahareque, siendo cada uno impermeable a la lluvia, lo que les resulta muy económico y ecológico a la vez.

Guardando las costumbres y respetando el pensamiento y culto ancestral en esta zona del país, se recomienda a los turistas no referirse a ellos como indios, por cuanto es de mal gusto para los nativos de la zona, quienes y prefieren ser llamados comunidad Wayuú, ya que según lo consideran, la terminología de indios se refieren a quienes usan flecha, lo cual los diferencia por ser una comunidad, donde se dedican a elaborar artesanías y la cría de chivos.

En esta zona de la península Guajira, escasea la energía eléctrica. En el día las plantas eléctricas que funcionan a gasolina permanecen apagadas, pero llegada las 6 de la tarde, entran a funcionar hasta la medianoche cuando el turismo y habitantes, descansan en cómodos chinchorros con un excelente ambiente frío traído por las fuertes brisas.

¿De dónde nace el nombre Cabo de la Vela?

El nombre de Cabo de la Vela se lo dio el español Alonso de Ojeda en 1499, quien comandó una expedición española, el cual al llegar por primer vez, creyó ver a lo lejos la blancura de una vela.

El Cabo de la Vela es un sitio desde el cual se puede decir que comienza la Alta Guajira, con vientos que azotan el desierto ardiente tanto de día como de noche, donde la soledad, grandesa y belleza del entorno, impresionan al más desprevenido visitante, esto se puede apreciar a lo largo del camino que lleva desde Riohacha hasta El Cabo de la Vela, bordeando la costa, pasando por Mosichi y las Salinas de Manaure.

Gastronomía

Sus restaurantes autóctonos ofrecen una gastronomía propia de la región Guajira, dispuestas en diferentes pescados y frutos del mar, tales como; pargo rojo, sierra, langosta, caracoles, cojinúa, tiburones toyo y muchos más que van acompañados de arroz, patacón y ensalada.

Otro plato típico es el chivo, preparado en diferentes modalidades, asado, guisado o frito, friche (carne de chivo picado con agua y sal), arroz de cecina (carne de chivo picada con arroz blanco), chicha de maíz (maíz molido cocido con agua), chirrinchi (panela fermentada y destilada).

Infraestructura

Los establecimientos cuentan con posadas turísticas que en medio de las condiciones de la zona, presentan un nivel de semejanza a la hotelería tradicional con áreas de recepción, zona social, zona de habitaciones (cama, hamaca o chinchorro), zona de servicio y parqueadero.

Algunas construcciones son de material permanente (Mampostería), sin embargo la mayoría están construidas a base de materia prima autóctona de la región como lo es el Yotojoro, Bahareque, barro y palmas.

Actividad económica de las comunidades Wayuú

Los nativos de esta admirable comunidad Wayuú, en su gran mayoría se dedican a la elaboración de artesanías dentro de las cuales se destacan las manillas tejidas con hilos, cubiertos en madera, vasos, llaveros, ceniceros, portalapiceros, individuales, adornos, utensilios de cocina y hasta armarios por mencionar algunos.

El chinchorro es uno de los productos que más los distinguen y es elaborado mediante tiecnicas ancestrales de tejido a mano, elaborado por las artesanas Wayúu, quienes pueden tardar hasta seis meses en terminar su elaboración.

La nativa de la comunidad Atnetkimana, Rosa Ipuana con su esposo José Domingo Ipuana, nos contó que tuvieron 7 hijos, algunos estudian y otros la acompañan. Ella desde muy tempranas horas sale cargando una enorme bolsa plástica con las mochilas y manecillas tejidas con sus propias manos, guardando la esperanza de lograr venderlas a los turistas que visitan la zona del Cabo de la Vela.

Por su parte, otra paisana de la m isma comunidad, Silvia Pishina y su esposo Rubén Epiayú, cuenta que tiene 9 hijos, Silvia todos los días acompaña a Rosa junto a su tía Leticia Ipuana desde las 6 de la mañana hasta caída la noche, ofreciendo lo que con esmero tejen entre sus manos para conseguir el sustento de sus hogares, mientras que los esposos, según sus propios relatos, permanecen en la comunidad Atnetkimana al interior del hogar a espera de la llegada de sus esposas.

Leticia Ipuana, casada con José Ipuana, es tía de Rosa y dice que para elaborar una mochila grande, se toman hasta cinco días para venderlas al final hasta en un valor de $50 mil pesos, mientras que las pequeñas tardan tres días y las venden hasta en $15 mil pesos.

La elaboración de las mochilas, manillas, chinchorros y demás las pueden elaborar a gusto del cliente con un valor adicional o simplemente con la creatividad y ágil movimientos de sus dedos en cada puntada que le imprimen a las agujas cuando tejen con hilos propios de la zona y diseños que sólo ellos crean en cada producto.

Las Wayuú, comienzan aprendiendo desde pequeños a elaborar manillas de pulso y balacas, las mismas que venden a propios y turistas en precios que oscilan entre los mil y dos mil pesos, estos productos a precios irrisorios, son los mismos que en grandes almacenes y joyerías, superan sus expectativas de lucro.

Nueva generación Wayuú de la comunidad Atnetkimana

A mediados del año 2019, el ICBF puso en marcha la “Operación Guajira”, con el cual se buscaba dar asistencia humanitaria a más de 15.000 niños y adolescentes que habitan en situación vulnerable en cerca de 1.500 rancherías de la región, sin embargo se ha visto truncado con el paso de la pandemia.

Los niños Wayuú conservan las costumbres que sus padres y ancestros han venido cultivando y esperan mantenerlas pese a la llegada de la tecnología a la zona, como los es el internet, telefonía celular y otras más que poco a poco, se van implementando en los diferentes establecimientos del Cabo de la Vela, justo donde algunos menores acompañan a sus madres y ayudan a promocionar y vender sus productos artesanales.

Las mujeres Wayuú previendo la llegada del medio día, donde el astro sol irradia sus rayos a toda su plenitud, las lleva a proteger sus rostros faciales con cremas llamadas achepa en Wayuúnaiki, algunas adquiridas en el comercio de Uribia y otras preparadas por ellas mismas a base de especies naturales como “Mirrä” que se extrae de una planta de la región.

A pesar de las condiciones de la zona, donde el agua sólo llega a través de carrotanques y el servicio de energía eléctrica se obtiene mediante plantas eléctricas y páneles solares, la salud de la comunidad ha salido ilesa en medio de la pandemia que azota al mundo frente al contagio de coronavirus. Esto, gracias a la cultura ancestral que los mantiene en comunidad unida alejados de la “civilización”, como también a los protocolos de bioseguridad implementados en cada uno de los establecimientos del Cabo de la Vela.

Paraísos terrenales mejor guardados de la península colombiana

El Cabo de la Vela, conserva uno de los paraísos terrenales mejor atesorados de la península colombiana y que llega a ser descubierto por quienes la visitan, pasando los caminos destapados donde es común observar avisos escritos en el idioma wayuúnaiki, donde se brindan recomendaciones para atravesar los trupillos y llegar a las rancherías.

Las rancherías son asentamientos donde habitan varias familias Wayuú, alejados de la civilización, ubicados en el municipio de Uribia, sin embargo, entrar a la ranchería sin haber sido invitados, es considerado por los nativos como una ofensa.

Playa, paisajes y deportes acuáticos

El Cabo de la Vela reúne estos tres aspectos que complementados, son el plan perfecto para disfrutar del sol, playa y observar el paisaje natural lejos de la civilización, donde predomina el sonidos del mar y la brisa por encima de la música de la región, el vallenato.

Llegada las 4 de la tarde, las fuertes brisas heladas comienzan a soplar sin respetar peinado o moño capilar, poniendo a volar cuanto sombrero tropiezan, lo que hace más soportable los cerca de 40°C de temperatura, en medio del agua del mar azul transparente en sus diferentes tonalidades que contrastan con el tono naranja de la arena en la playa.

Cabo de la Vela cuenta con establecimiento donde alquilan los implementos y enseñan El kitesurf, una disciplina deportiva acuática preferida por los turistas y propios.

El Kitesurf es aprendido desde cuna por los nativos, quienes desde niños, además de aprender a caminar y nadar, la practica del kitesurf es alternada por igual, convirtiendo el kitesurf como el deporte predilecto de la zona.

Las Dunas

Desafortunadamente las dunas para la vía de Puerto Bolívar, han sido blanco de muchos proyectos aún sin concretar para su explotación, esto como punto turístico, donde hay infinidades de pilas de montañas de arena al estilo desértico propio de la zona.

Parque Eólico Jepírachi

Se trata de un proyecto ubicado en la región nororiental de la Costa Atlántica, entre el Cabo de la Vela y Puerto Bolívar, municipio de Uribia, La Guajira. Esta zona de la Península Guajira fue escogido para este ambicioso proyecto por la empresa EPM.

Proyecto Jepírachi

El término Jepírachi significa “vientos que vienen del nordeste en dirección del Cabo de la Vela”.

Es el parque eólico que entró en funcionamiento en abril del año 2004 con un costo aproximado de 27,8 millones de dólares, con una potencia nominal de 19,5 megavatios, con 15 aerogeneradores, cada uno de 1.300 kilovatios, cuya energía alimenta el sistema de transmisión nacional, se inyecta a la red y es comercializada igualmente en la bolsa.

El costo de inversión en el proyecto, fue asumido con recursos propios de EPM y con algunos créditos de la banca nacional, sin embargo, recibieron exenciones tributarias del Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación de Colombia, por tratarse de una inversión que alivió un poco el alto costo del proyecto.

Ocupación de las turbinas

La zona que ocupan las turbinas comprende un área rectangular de aproximadamente un kilómetro de ancho (en dirección paralela a la Costa) por 1,2 kilómetros de largo, al norte de la ranchería Kasiwolin y al occidente de la ranchería Arutkajui, donde los aerogeneradores están interconectados entre sí por una red subterránea a una tensión de 13,8 kv, que conduce la energía hacia la subestación eléctrica localizada en el centro del perímetro sur del área ocupada por el parque.

La subestación dispone de un transformador que eleva el voltaje a una tensión de 110 kv, y es el punto de partida de la línea de 800 m de longitud, con la que se conecta el parque a la torre 20 de la línea de transmisión eléctrica Cuestecitas – Puerto Bolívar.

Cabe destacar que el parque funciona como una planta menor del Sistema Interconectado Nacional (SIN) colombiano, y por tanto, es a este sistema al que EPM le entrega, desde su entrada en operación la energía eléctrica que produce.

Por esto y mucho más, nuestra recomendación para pasear y descansar en la península Guajira debes pensar.

D.A.