Una noche sin luz

Por Jaime Guzmán

He aquí empiezo a conversar con el silencioso observador de la luminaria de la calle, cuando este con su abundancia de claridad se va… o por razones técnicas, falto de operatividad, situación económica, o que se yo…

Mientras empiezo a dibujar lo antagónico, lo que oscuro intimidante me ve. También, lo que se escucha, pues el salto de energía cogió un impulso desmedido y no sabe si volverá a los predios de quienes vivimos padeciendo con este mágico servicio que desaparece en momentos mas oportunos….

Sin embargo, no está demás recrear esta oscura realidad y ni dejar a un lado el intenso sonido que entra como un as invisible a la fría y descuidada ventana junto a la inquieta cortina que baila cada vez que entra y sale aire del dormitorio ya que está abierto como mi pensar y así dar al blanco, pues ese as es como dardo invisible que adentra a mi oído que recrea con su ciega imaginación, lo que se logra captar tan cercano pero tan lejano, y sereno, insistente señora luminaria.

Lo anterior es como si fuesen unas ranas saltaran y se empegostarán en mi tímpano y no es por estar sordo, al escuchar el hondo vacío, es reconocer que allí duerme la impotencia y por ello no dejo de escribir para ver si al menos distraigo esta especie de escandaloso momento.

Por lo tanto, la luminaria no deja de verme con los párpados cerrados de la noche y el concierto de estar sin energía eléctrica a altas horas de la madrugada que me invita a pasear ahora en tonos monocromáticos la realidad pasiva de una espera casi eterna que llegue pronto el alumbrado público y así escuchar el grito desde muy profundo de los vecinos que solo los vuelvo a recordar cuando … Si, cuando ahora mismo ha llegado la energía a casa.

Esto sucede frecuentemente en ciudades de países tercermundistas donde el servicio de energía es inestable. Sin embargo, debido a ello, revive la inspiración y mirar lenta pero de forma penetrante el consumir de los últimos segundos de la vela que está encima del mesón.