Un proyecto en crisis

Por Ulises Redondo Cienfuegos

Una crisis no es el final de algo sino el anuncio de fallas en la construcción de un modelo, un plan, un proyecto y es necesario rectificar. De no hacer las correcciones entonces sí sobrevendría el final.

Tres aspectos son esenciales al escribir estas notas: la hegemonía, el caudillismo y la insurrección popular.

Uno de los autores que se refiere a la hegemonía es el ideólogo italiano Antonio Gramsci: “El concepto de hegemonía en Gramsci comprende la dirección político- ideológica de un amplio arco de alianzas, logradas a través del consenso. Este consenso, implica que el articulador de esta alianza, el partido para Gramsci, logre representar un conjunto de demandas heterogéneas, que no son la suma de demandas de distintas clases, sino su amalgama en un proyecto político ideológico que les da consistencia” (…)
Un grupo es dirigente en tanto va construyendo su hegemonía, esto es articulando consensos y dirigiéndolos. Una vez conquistado el Estado, la clase que lo logra tiene la dirección y la coerción. En consecuencia es dirigente y dominante”

El presidente Petro intenta construir un proyecto de vida: “Colombia Potencia Mundial de la Vida“. Quitémosle el vocablo mundial para que no suene hiperbólico y aún así resulta exagerado hablar de: “Colombia Potencia de Vida”.

Ahora, la pregunta que debemos hacernos es ¿hay una correspondencia en términos del ejercicio del poder presidencial entre el proyecto que intenta construir Petro y su gabinete ministerial y demás personal de confianza? ¿El recurso humano es indicado para acometer con denuedo éste proyecto ambicioso? ¿Se ha imaginado Petro un proyecto duradero más allá de su presidencia? ¿Escogió con atino a los seguidores que pudieran estar a la estatura intelectual y ético-moral que la circunstancias exigen?

A propósito, en gabinete ministerial y Departamento Administrativo de la Presidencia, hay 13 bogotanos. El resto de ministros y del Departamento Administrativo de la Presidencia son de Medellín, Popayán, Bucaramanga, Líbano-Tolima, Caldas, Cali, Boyacá, Santander y Huila. No tengo nada en contra de ellos, seguramente tienen méritos para estar allí. ¿Pero, Petro, en 42 años de carrera política no conoce a nadie más que no sea de la Región Andina de tal manera que no se excluya a representantes de otras regiones?

¿Hay correspondencia entre ese proyecto y la construcción de un partido popular que lo respalde?

Es tan importante el ejercicio del poder presidencial como la construcción de un partido popular que consolide el proyecto: “Colombia Potencia de Vida”.
Creo que lo primero que debió hacer Petro fue dar instrucciones a un equipo de personas de su confianza, con experiencia y calidad humana en la construcción del partido popular y si no se podía con el Pacto Histórico, entonces con Colombia Humana, su partido.

Considero que no todos los 11.260.105 votos de los ciudadanos que depositaron su confianza en Petro para que accediera a la presidencia son de izquierda. La izquierda es una minoría que está a punto de extinguirse. No, la mayoría de esos ciudadanos tampoco es petrista. La mayoría votó por Petro porque estaban decepcionados de Uribe y la corrupción. Esas mayorías, jóvenes sin oportunidades de estudio y trabajo, trabajadores y profesionales precarizados, gente fuera de los sistemas pensional y de salud, madres cabeza de hogar, trabajadores informales, tienen que ser conquistadas para el partido popular, con respeto, sin cosificarlos.

Las masas son el combustible con que arranca un proyecto político de vida. Pero sabemos que las masas son amorfas y para que se conviertan en pueblo es menesteroso concientizarlas, organizarlas y movilizarlas. Solo así se garantiza un proyecto de largo aliento.

Se descuidaron. Se empalagaron con el poder como quien se gana el premio mayor de la lotería y no sabe que hacer con tanto dinero.

No hablemos entonces de hegemonizar sino equiparar fuerzas, de organizarlas como el preludio de un proyecto histórico.

Ahora bien, Petro ha dicho que no le gusta el poder, pero lo ganó en su tercer intento. Y entonces ahora que diremos que quería ser presidente por vanidad, para demostrar su sapiencia. Que está usando la carrera presidencial como paso previo de su consagración como conferencista internacional de alto calibre.

No era mejor dejar que el “estallido social” creciera. ¿Para que “los apagafuegos” si de todas maneras se iba a fracasar por desorganización? Aún en medio de la desorganización la masa de marchantes gritaban: ¡Nos han quitado todo, hasta el miedo! Y todavía Petro le dice a la multitud, un Primero de Mayo, de 2023, desde el balcón de la Plaza Núñez, en la Casa de Nariño: “La lucha del pueblo de este Gobierno será hasta donde el pueblo permita. No iremos un metro más allá de donde el pueblo no quiera, llegaremos hasta donde las decisiones populares digan”.

Al parecer Petro tiene temor de asumir su rol como líder de un pueblo porque no desea que lo comparen con un caudillo. El caudillismo es un mal necesario en todas las revoluciones populares, sin excepción. Fidel, Perón, Chávez, Ho Chi Minh, Lenin, Mao Zedon. En todas donde no hay sociedades homogéneas culturalmente, por cuestiones étnicas, dispares en formación académica, con democracias restringidas, y Colombia es un ejemplo. En esas sociedades siempre sobresale un líder que jalona sectores de la población que desean liberarse pero no saben cómo porque no tienen formación ideológica, cultura política.

En Suecia, con desigualdades económicas enormes, en el pasado, se llegó a la socialdemocracia gracias a que el movimiento obrero y socialdemócrata sueco por medio de una movilización popular excepcional entre 1890 y 1930 lo logró. No hubo necesidad de recurrir a la violencia. En Colombia, igual, será posible con pedagogía política, organización y movilización. Es cierto hay que hacer una reforma al código electoral y a todos los mecanismos de participación, de tal forma que prime la transparencia, pera ésta como todas las reformas podrían ser posibles con la movilización en las calles.

Pero se dejó al azar la construcción del partido popular. Se creyó en el espontaneísmo y la coyuntura. Se quiso construir estrictamente en la coyuntura electoral, el partido, a través de la plataforma de Colombia Humana, como si fuera posible concientizar, organizar y movilizar a través de la herramienta virtual. Las masas necesitan el contacto, cara a cara, con sus líderes. Se centralizó esa organización electoral desde Bogotá como si la Capital fuera el país. Pero además el partido adquirió los vicios burocráticos y aburguesados a la imagen y semejanza de un partido tradicional.

Con fuerzas más concientizadas y mejor organizadas se hubiese podido participar con más brillo en las elecciones regionales. Seguramente hubiésemos perdido más de de lo que hubiésemos podido ganar, por lo incipiente del partido o movimiento popular, pero lo hubiéramos hecho con la convicción de estar equilibrando y acumulando fuerzas para las legislativas y presidenciales de 2026, correspondiendo a la altura del proyecto de vida que intenta construir Petro.

Lo que intenta hacer tibiamente Gustavo Bolívar al empezar de “cero” para construir un movimiento popular, se tuvo que hacer con anticipación, al menos después del triunfo presidencial. Tenían más de un año y el pico del prestigio de Gustavo Petro estaba en su máximo apogeo. Figuras prestantes como la ex ministra de Salud Carolina Corcho, la ex ministra de Cultura Patricia, Ariza Margarita Rosa de Francisco, Gustavo Bolívar y los congresistas de Colombia Humana, tenían que asumir la construcción del movimiento popular en las regiones.

¿No le cabe a Petro algo de responsabilidad?