¿Cuál libertad de expresión?

Por Ulises Redondo Cienfuegos

Leo las reacciones de medios de comunicación y periodistas contra la embajada de la Federación Rusa abogando por la libertad de expresión porque la diplomacia rusa en Colombia emitió un comunicado en donde expresa su más profunda indignación por el material que salió al aire y fue publicado en el sitio web de la emisora colombiana WRadio el pasado 24 de mayo titulado “Régimen de Moscú va a caer después de perder la guerra contra Ucrania: Ilya Ponomarev”.

En este material el entrevistado Ponomarev – reconocido en Rusia como agente extranjero y buscado por la justicia – de manera abierta llama a cambiar por la fuerza el régimen constitucional en Rusia. Se necesita tener mucho cinismo o una disimulada ignorancia para inclinar la balanza a un lado o al otro, cuando conviene, sobre una supuesta libertad de expresión. Al difundir una información de manera unilateral sin consultar a la contraparte,  ¿No es una intromisión disfrazada de libertad de expresión? ¿Se le puede llamar verdad a medias? La ciencia niega las pos verdades o verdades a medias. Lo que existe es: verdades insuficientemente investigadas que albergan el peligro de ser incorrectamente interpretadas por el mismo periodista y por el público receptor. Una información sensible que afecta los intereses de otra nación con la que existe el vínculo de mutuo reconocimiento soberano, aunque a muchos no les guste, no puede caer en la insuficiencia investigativa que deriva en hermenéuticas sin rigor. En ambos casos se incurre en un descuido ético de la información verídica.

“La libertad de expresión” que se acomoda a las circunstancias no puede erguirse como investidura omnímoda, no es un fuero infranqueable ni una “armadura” resistente a cualquier cuestionamiento. Como tampoco lo es absolutamente el secreto profesional del periodista.

El periodista colombiano Javier Darío Restrepo, director del Consultorio Ético de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, FNPI, expresa que: “El compromiso del periodista para mantener en secreto la identidad de su fuente debe ser la excepción. Lo normal es que el público conozca el nombre de la fuente, porque es su derecho y es una garantía de credibilidad”. Por consiguiente, el periodista sólo puede mantener en secreto la identidad de su fuente en los siguientes casos: 1) Cuando la fuente corre algún peligro si se revela su identidad. 2) Cuando la revelación de la identidad de la fuente puede poner en riesgo la vida, la libertad o el trabajo del periodista.

Restrepo enfatiza la idea de la excepcionalidad del secreto profesional del periodista con la siguiente afirmación: “Si el periodista protege a una fuente que se presenta sin rostro y sin nombre, es porque está dispuesto a darle su propio rostro y su nombre. Hace suyas sus informaciones y por ellas debe responder”. En resumen, no es válido utilizar el recurso de la fuente anónima, es decir, el anonimato “como una patente de corso para difundir afirmaciones irresponsables”. La Corte Constitucional opina lo mismo: el periodista es responsable por sus afirmaciones y no puede “escudarse en el dicho de terceros cuyos nombres oculta, para calumniar o injuriar”. (Colombia, Corte Constitucional. Excusa Nº E-003 de 1993. M.P.: Jorge Arango Mejía)

¿CUÁL ES EL PRINCIPIO QUE DETERMINA EL EJERCICIO DEL PERIODISMO?

Ontológicamente la esencia del ser-periodismo es la actividad cognitiva básica que trabaja con la información que le rodea, almacena y analiza con la intención de expresar la verdad real y luego (actividad cognitiva superior) difundirla objetivamente, sin sesgos (cuida la verdad), entendiendo que su utilidad tiene un carácter de interés público. De acuerdo a esa prominencia pública, la información sobre la verdad real se constituye en un derecho ciudadano. No para un sector sino para todos.

EL PENSAMIENTO ÚNICO Y LOS PERIODISTAS FORMADORES DE OPINIÓN

“Mientras nos hallamos tratando de develar estos y otros misterios (…) Lo verdaderamente
importante ocurre en otro ámbito; acontece fuera de la vista del público. Pues “el mundo según CNN’ (…), el New York Times, Washington Post, La Nación, (El Tiempo, Semana, RCN, Caracol, La WRadio, etc. El entre paréntesis es mío) (…) no es el mundo real. Es tan sólo una seguidilla inconexa de datos, noticias e informaciones desperdigadas que luego sistematizan e interpretan los así llamados formadores de opinión, y los analistas están a sueldo del sistema de la globalización, quienes hacen que veamos, creamos y pensemos de una
manera muy precisa y determinada. El desafío, ahora más que nunca,
consiste en ver y comprender cómo funciona el mundo realmente”. (Adrián Salbuchi. El Cerebro del Mundo, La cara oculta de la Globalización)

¿Qué determina la independencia y en consecuencia la libertad de expresión periodística? No me asalta ninguna duda: es la ética al informar la verdad de los hechos. Esa facultad es libre, no debe estar sujeta a ningún poder, ni político ni económico. Solo debe estar sujeta al poder de la verdad informativa refrendada por el poder de la credibilidad del público perceptor. El periodista atado al poder político pierde su independencia para convertirse en agente o partidario político y si está encadenado al poder económico queda reducido a un asqueroso mercachifle. En ambos casos pierde la esencia del ser-periodista para hacer totalmente lo contrario: la desinformación. Aún dependiendo de un salario pagado por un medio tiene que resignarse a la censura informativa por temas que afectan a representantes de los dos poderes. Entre tanto, el dueño del medio, representante del poder económico o de ambos, sabe muy bien que es conveniente la autocensura. El Cuarto Poder que se le indilga al periodismo y que mucho periodistas se lo creen, sería posible, al menos en la conciencia de periodistas libres de los poderes político y económico. Serán ellos los heraldos de un “nuevo” mundo. El deber ético del periodista es cuidar, custodiar la verdad.

“La libertad del espíritu e intelecto que es, lejos, la más importante y que permite formar criterios y opiniones independientemente sin necesidad de alinearse obligatoriamente con los cánones de la opinión aceptada y políticamente correcta. Sustentada sobre una ‘ética firme, ésta es la única libertad con valor real”. ( Cito nuevamente a Adrián Salbuchi. El Cerebro del Mundo, La cara oculta de la Globalización)

EL PERIODISTA, LOS MEDIOS Y LA PAUTA PUBLICITARIA

En términos laborales, el periodista produce un bien intangible, un servicio público: la información sobre la verdad real. El periodista no produce servicios de publicidad y marketing, para estas labores están los profesionales de esas áreas.

Si cotejamos la labor periodística con otras cuya características es producir servicios, vemos que el médico produce un servicio cuando previene o cura una enfermedad; así mismo lo hace el abogado, el maestro, el psicólogo y el político de profesión. El médico no tiene por profesión divulgar los productos farmacéuticos de una multinacional. El abogado no tiene por profesión difundir publicidad sobre las empresas editoriales dedicadas a la literatura jurídica, etc.

Sin embargo el periodista de manera directa cuando tiene un vínculo laboral con una estación o cadena radio, estación o cadena de televisión, o de manera indirecta cuando él es dueño de un medio por rústico que sea, depende de la publicidad de empresas que compran un segmento de tiempo para la difusión masiva de mensajes publicitarios acerca de las bondades de su producto no  porque la información periodística sea necesariamente de calidad, sino por el  al posicionamiento de los medios dentro de opinión pública (rating) de donde se deduce la diferenciación del precio de la pauta publicitaria: a unos se les paga más, a otros menos.

Pero si la labor del periodista es producir información pública, los medios de comunicación no deberían obtener sus ingresos de la pauta publicitaria, para pagar la nómina de periodistas que no producen servicios de publicidad y marketing. La información sobre la verdad real debe venderse sola debido a su carácter de utilidad pública. Vistas así las cosas, cada medio debe vender a un precio determinado por costos de producción, cada unidad o ejemplar de una edición cuya periodicidad puede ser diaria, semanal, quincenal. Los medios impresos son los que más se acercan a la venta de información cuando le ponen precio igualitario a cada ejemplar de una edición diaria. La televisión por suscripción está demostrando que un medio de comunicación puede obtener sus ingresos sin recurrir a la publicidad. Los medios digitales recurren a la suscripción, pero no cortan el cordón umbilical con la publicidad pagada.

La radio por suscripción, en territorio colombiano, es imposible, hasta ahora, debido a que no se dispone de un satélite XM ni del Estado ni del sector privado para hacer las programaciones desde el territorio y con periodistas nativos. Si existiera no podría escapar a lógica del gran capital corporativo como ocurre en EE.UU., Canadá, África y Asia, donde la empresa Sirius XM Radio casi monopoliza el negocio con la anuencia de la Comisión Federal de Comunicaciones (Federal Communications Commission, FCC). La FCC es una agencia independiente del gobierno de los Estados Unidos con responsabilidad directa ante el Congreso. La FCC es la entidad reguladora de las comunicaciones, interestatales (entre los estados) e internacionales, de radio, televisión, telefónicas, satelitales y por cable.

El contrato de compra-venta entre el periodista independiente y el empresario interesado en la difusión de un mensaje publicitario de su producto debe ser netamente comercial. El contrato publicitario no condiciona la verdad informativa en caso que esta afecte a la empresa o a su dueño. Es necesario diferenciar entre las políticas comerciales e institucionales de una empresa, su visión y misión empresarial que contribuyen al desarrollo económico de un país y las bondades del producto. El compromiso contractual del periodista que acepta difundir un mensaje publicitario no incluye promocionar la imagen corporativa. La imagen de la empresa no es siempre directamente proporcional a la imagen del producto. El periodista contratado para difundir un mensaje publicitario se diferencia del periodista contratado para ser jefe de comunicaciones de una entidad pública o privada. El periodista en función de la verdad informativa ejercida en el medio de comunicación es uno y el periodista contratado para hacerse cargo del desarrollo de las políticas comunicacionales de una institución pública o privada, es otro.

¿Cuanto vale en moneda corriente la verdad del mensaje informativo? ¿Por qué el mensaje publicitario si se cotiza? ¿El precio de la verdad del mensaje informativo está por debajo del precio del mensaje publicitario? ¿Tienes más valor el producto de una empresa cuyos bondades constituyen el mensaje publicitario o el producto informativo generado por el trabajo intelectual del periodista?

Si la verdad informativa suscita el interés público, todos los medios estarían atraídos por el interés de publicarla haya o no pauta publicitaria. El valor de la verdad informativa de interés público disminuiría la avalancha informativa y reduciría el tiempo excesivo de difusión de los noticieros que muchas veces al quedarse sin información valiosa dedican el tiempo a asuntos banales, baladíes, insulsos, superfluos e intrascendentes.

Si el trabajo del periodismo se basa exclusivamente en la verdad informativa de los hechos se puede afirmar que la independencia periodística es inherente a su labor cimentada en la ética. Ahora bien, para transmitir el mensaje necesita de un medio propio o privado. Ese es otro escollo que debe superar el periodismo. Las redes sociales pueden ser el lugar adecuado para el periodismo independiente. No obstante, el Estado también deberá legislar en materia de una independencia periodística como factor importante en la construcción y desarrollo de la democracia.

Habrá que educar al periodista y al público. La educación del periodista debe ser exigente y especializada en lingüística, literatura clásica y moderna, en historia, política, derecho, economía, cibernética e idioma inglés. Solo así habrá una equivalencia entre la calidad del saber con los altos costos que, actualmente, se pagan por esa carrera universitaria.

Sabemos que la realidad es otra. Que los medios masivos son propiedad del poder económico nacional e internacional. De grandes corporaciones transnacionales que ejercen una influencia poderosa sobre el poder político que para el caso de nuestra realidad se ha constituido consuetudinariamente en un poder formal, hasta ahora. El poder mundial o poder privado, a través de sus tecnócratas corporativos es el que “ordena” y “dirige” el mundo, de manera demencial. No existe otro calificativo para estos trogloditas hartos de supra poderes.